si un día me levanto
y robo una paleta del quiosco
no me convierto en bandido
aunque si todos los días me levanto
a robar una paleta del quiosco
podría convertirme en bandido
y si ya soy un bandido
no voy a conformarme con robar paletas:
voy a intentar robar un banco
y para robar un banco
hace falta mucho trabajo
hace falta servirme una taza de café
y pensar profundamente
en cómo robar un banco
desde la entrada hasta el escape
ver los planos con ojos de fracaso
de cadena perpetua
y sin matar a nadie
a menos que sea esa clase de bandido
lo mismo con los poemas:
escribir uno no me hace poeta
pero si diario despierto con esa intención
y me sirvo un café
y veo los planos con ojos de fracaso
para dar el golpe preciso entonces sí
tal vez así me convierta en poeta
Ayer fui a recoger un poema, era tal como lo había pedido.
Mi necesidad de vocales lo solicitó. Pagué con un poco de médula roja.
Creaturas épicas poseedoras de laureles,
llevaban tiempo muertas dentro de mi cabeza.
Los cadáveres con voces como de ciervos apresados,
cantaron himnos teñidos de sal.
Por las grietas entró Saudade y me perforó con un taladro rotatorio las encías.
Fue entonces que dejé la piel de la sonrisa
guardada en el armario de las cosas en desuso.
El poema estaba fresco con relleno de gas y plasma como los soles.
Tenía agradable sensación al tacto, el relleno era vida condensada.
Acerqué mi nariz, percibí notas de mandarina y algodón.
De su interior sobresalían tenues rayos de viento,
en el cual, viajaban pequeñas semillas de mostaza que entraron en mis ojos.
Al principio me dejaron ciega, después me abrieron portales,
oráculos a seres que aún no han nacido.
El poema fue de mi entera satisfacción.
Volveré a la poemería para truequear algunos versos más.
No es un lugar fácil de llegar, tiene ubicación volátil.
Las instalaciones no son confortables y los dependientes tienen mal humor.
Recomiendo el consumo de poemas de esta tienda casi desmoronada.
Hallarás un montículo de huesos y cascajo de gemas otrora valiosas.
Al final del pasillo, una puerta abierta
y luego, una caja de regalo.
1
Sobre el piso aún tibio
alargan ya sus sombras los árboles y las paredes,
se arrulla en las copas de los árboles el día agotado
que comienza a soñar aún con su ojo entreabierto,
pero no se da cuenta.
No lo despierten.
2
Sobre las últimas cuerdas amarillas de la tarde
y las primeras, violetas, de la noche
camina el aire con sus pies de concreto
enfriándose a medida que envuelve
la larga avenida de la piel
la acortada hora de la voz, que se evapora
en la multitud de risas, gritos y llantos
en la costa de la memoria, lavada ola a ola.
3
Indecisos los dedos pasan
sobre las horas
sobre las notas que azulean,
que ya se derriten en el horizonte
en el silencio que vendrá después
antes del siguiente movimiento
del siguiente compás.
4
Acumulada la tensión en los cuatro puntos del mundo
en las cuatro cuerdas blancas
vibra sin descanso el aire líquido,
salta por la ventana apenas abierta
inunda la calle
se evapora
y sube al lienzo nocturno:
desgarra una juliana perfecta,
delata el blanco aperlado bajo el negro impoluto,
abre la noche;
las demás notas le siguen
y perforan el lienzo,
abren los poros de la noche
que inhala desde abajo
y exhala
la pesadez en los párpados metálicos.